Bobo (y medio)
Pobre, pobre, pobre hombre (naturalmente, no hablo de mí mismo; me prohibí la
autocompasión hace mucho tiempo: la reservo sólo para quien no se la merece).
Pero al final, incluso los hombres más pobres, los paupérrimos, se levantan de
sus cenizas y, rebozados en su propio fango, son capaces de pedirte algo de
suelto para comer (caviar). Y uno, como es bobo de cuerpo y de alma, se lo da.
Y con una sonrisa.
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