Friday, February 24, 2006

Biografías

La cabeza de María Antonieta reposa en mi sofá. La pobre, una hija de puta internacional –le puso calefacción central a sus ovejitas mientras el pueblo moría de frío–, fue al final una víctima (me da igual si de sí misma o de los sanscoulottes) y, aunque en principio mis simpatías no están con las víctimas sino con los verdugos, es cierto que al final, como Isabel (Preysler-¿t’a cuerdas?), me ha conquistado.

Siempre me pasa lo mismo. Soy un lector sin criterio, lo mismo que soy un espectador sin criterio y un amante sin criterio. Lo admito, sí: tengo manga ancha (o kimono) para todo. Para los libros, para el cine, para la comida, para la bebida, para los hombres… Para todo, o casi.

Cuando era niño era, en cambio, de lo más intolerante. Con todo. O casi. Con la comida, con la bebida, con el cine, con los libros y con los hombres. Cuando era niño sólo tuve un amigo; el resto de compañeros de clase me parecía despreciable. Hoy día, cuando regreso a la Ciudad Funeraria y les veo en los bares, con sus papadas, sus tonsuras, sus venas necrosadas y sus barrigas, sigo pensado lo mismo: son despreciables. Eso sí, ya no me compensa despreciarles. El odio, el desprecio y el rencor son sentimientos demasiado absorbentes como para desperdiciarlos en objetivos equivocados. Mi capacidad de odio es limitada y tengo que reservarla, como mi capacidad de amar, para la persona (o personas, como en el crimen de los marqueses de Urquijo) que realmente se lo merezca. A partir de cierta edad, uno tiene la cara, la pareja y los enemigos que se merece. Y amigos muertos, claro. Como mi mejor amigo de la infancia.

En fin, el caso es que ahí he dejado a María Antonieta, decapitadita Martínez-Bordiú, como en su día dejé a Anthony Blunt, la señora Parker, la tiíta Tru, las Mitford (todas, tan excéntricas… y tan desgraciadas), Felicidad Blanc… Todos borrachos. Todos muertos*.

*[Estoy deseando morirme para que alguien escriba mi biografía. Será de lo más grotesca.]

1 Comments:

Blogger Manuel said...

¿Y porqué no una autobiografía escrita desde la tumba? Sería de lo más original y un hitazo, aunque nadie lo creería ("no es serio este cementerio", dirían).

9:23 AM  

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