Tuesday, June 20, 2006

Lágrimas

Imposible recordar la primera vez que lloré (no tengo recuerdos prenatales, ni, como mi madre, me atrevo a afirmar que recuerdo la agonía de trepar por la vagina materna hacia la luz; la naturaleza, tan generosa conmigo en cuanto a traumas de la más variada índole, me ha ahorrado ése, afortunadamente), pero sí la última. Fue el domingo pasado, en el cine –me encanta llorar en el cine–, viendo La condesa rusa, de James Ivory –me encanta James Ivory–, justo cuando a la tía solterona, fea y desabrida le arrebatan a su sobrina y ella se pone a berrear como una bestia en el matadero (sé cómo grita una bestia en el matadero: estuve en uno… y vomité). No sé si lloré por ella o por mí. Bueno, qué tontería, sí que lo sé. Lloré por mí. Y por la persona que estaba a mi lado. Y por lo que no pudo ser…

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